Nos recibiste con amabilidad y sencillez. Entre calles adoquinadas y calles de tierra rodeadas por aquellos inmensos árboles que entre sus crujidos dejaban escapar un viento refrescante que invitaba a respirar.
Recuerdo aquella primera niebla que nos cubrió y cautivó nuestros corazones. Nos enamoraste. Tus eternos fríos que hacen que la calidez de tus hijos se refuerce me llevó a capturarte en instantes que hicieron a mis sentimientos escribir de madrugada.
Tus sabores y actividades con los alegres danzantes y los mismos invitados te dan esa peculiaridad que hacen que no dejemos de amarte. Hemos crecido a tu lado y las penas se diluyen con el canto de tus aves y un cielo azul que nos hacen suspirar.
Así te queremos, oculta entre los cerros, a dos mil metros sobre el nivel del mar. Imponente, pacífico, humilde. Así te queremos San Lucas.
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