jueves, 31 de diciembre de 2015
Adiós Lemmy
martes, 22 de septiembre de 2015
Siempre hicieron bien las cosas
jueves, 13 de agosto de 2015
No sufrirá del tránsito y no sufrirá de estrés
martes, 4 de agosto de 2015
¿Qué clase de académico sería yo si no atiendo a lo que mueve a mis estudiantes?
domingo, 2 de agosto de 2015
Me llamó a ser cuerdo
Esperaba con pena y vergüenza porque no podía ser que a mis cuarenta años de edad, aún me pasaran esas cosas. Cayendo el anochecer vi a lo lejos que se acercaba ese pequeño auto gris de modelo antiguo y dentro de él mi viejito; ese señor de cabeza gris adornada con una gorra de lana, de esas que usan la gente mayor. Se estacionó y me dio la gasolina. Mientras yo le contaba lo sucedido me dio dinero para recargar más combustible y yo le prometí que a mi retorno le recompensaría todo lo el favor. Él sonrió.
lunes, 6 de julio de 2015
¿Porqué no lo adiviné antes?
Abro los ojos y veo gente corriendo y hablando, de nuevo un silencio.
Escucho una voz familiar y abro los ojos, a lo lejos lo veo y me sonrío, levanto la mano para saludarlo y de nuevo el silencio.
Por pocos les veo y les escucho, me alegro de estar con ellos en esos pequeños momentos de razón. Pero luego vuelve el silencio.
Trato de abrir los ojos pero los párpados están demasiado pesados. Ahora, solo por unos pequeños momentos escucho sus voces, ya no se si estoy soñando, pero de todas formas es bueno para mi oírlos. Ese silencio de nuevo.
Escucho ecos y murmullos, no los puedo distinguir, pero me dicen algo. Trato de entender pero el silencio regresa a por mi.
Entre las voces ya distantes y en ecos débiles escucho su voz que me habla. Es ella, me habló.
Sonrío y quiero responder pero ya se que el silencio volverá para impedírmelo. Y efectivamente, el silencio me lleva de nuevo.
Llevo ya un tiempo sin escuchar voces, y el silencio me tiene en sus brazos, al final de cuentas no es tan malo, con el tiempo se llega uno a acostumbrar. Solo me molesta ese punto distante.
Definitivamente ya no hay voces y por alguna razón, ya no quisiera escucharlas más, me causa mucha curiosidad esa luz blanca que ya no se ve tan distante, le pregunto al silencio qué es, pero me doy cuenta que hace mucho el silencio me dejó solo, ya no importa, ahora ya se ubicarme en este espacio.
Cada día me acerco más y me he dado cuenta que si no quito la vista de la luz, avanzo más veloz ¡ve! no necesito caminar para ir hacia esa luz.
Estoy a las puertas de lo que al principio me parecía una luz, sonrío pensando ¿porqué no lo adiviné antes? era tan obvio y estoy ansioso por entrar.
Pero hora que lo pienso ¿morí verdad? si, lo se, la pregunta ya no tiene importancia y no me preguntes porqué, no se cómo explicarlo, pero esto ya lo conozco y no se cuánto tiempo me llevará recorrerlo, pero al terminarlo me tendrás que contar muchas cosas, necesito saberlo todo.
¿Que cómo me llamo? pues que raro, no lo sé, pensé que tu lo sabías. Haaa ya entiendo, me estás probando ¿verdad? Luego me dirás mi nombre, me pareció ver a alguien conocido, le iré a buscar para recorrer el lugar, como ya te dije, al regreso deseo saberlo todo, todo.
miércoles, 24 de junio de 2015
Nunca lo sabré
Nunca lo sabré
¿Pensó en su dama, en sus hijos?
Nunca lo sabré
¿Pensó en mi?
Nunca lo sabré
viernes, 19 de junio de 2015
Hombre fuerte
Qué difícil es ir siempre hacia adelante, cuando tanto de uno se queda aquí.
Sin más consuelo que algunos momentos, que el camino hace tan caro vivir.
Y con el tiempo cuestan recordar.
Usted me enseño muchas cosas, lo que un verdadero hombre debía hacer, y traté, traté de ser un hombre fuerte, un roble como usted lo fue. Pero no pude.
Recuerdo haberle pedido que me enseñara a conducir un vehículo, y usted me enseño a desarmar un motor. Recuerdo que no salía a vagar con mis amigos sin primero ayudarle a hacer las actividades que, según usted, me formaría como todo un hombre. Recuerdo ver mis manos llenas de cemento, grasa, astillas o pegamento. Si, usted me estaba enseñando bien.
Algunas veces me quemé, otras, terminé sucio de pies a cabeza. Pero le seguía sin pestañear. Lo admiraba, yo veía en usted a un superhombre.
Me dio vergüenza llegar a ver que con el tiempo los niños admiraban a Superman o Batman y yo le seguía admirando a usted. Luego, vi como los adolescentes odiaban a sus padres, pero yo le seguía admirando. Lo que usted decía era la ley y no se discutía, yo respeté eso.
Me enseño que la casa funcionaba por usted, todo se reparaba y todo tenía una solución, total "eso no nació allí". Vi cómo nunca faltó la comida en la mesa, no importaba si usted tenía que trabajar largas jornadas, nunca se quejó, nunca nos reclamó. Todos los fines de semana lo tuve a mi lado y nunca vi una grosería de su parte para con mi mamá, si, usted me enseñó cómo se llevaba un hogar.
Recuerdo cuando aquel maestro me señaló con el dedo y dictaminó que yo no sería nadie en la vida. Usted se sentó junto a mí en aquellas tardes de diciembre enseñándome matemáticas. Jamás nadie volvió a dudar de mi inteligencia.
Eso sí, usted fue duro, muy duro. Nunca lo vi llorar, no lo vi quebrarse. Siempre nos defendió, pero también nos castigó. No toleró que nos pasáramos de listos. Nunca supe que le gustaba, pero si sabía perfectamente lo que no le gustaba, y seguramente no le gustaría que escribiera estas líneas, un verdadero hombre calla. Lo recuerdo muy bien.
Sabe, cuando lo llevé al hospital quería abrazarlo, pero no pude. Lo mismo quise hacer antes que entrara al intensivo pero tampoco me atreví. Debía demostrarle que yo era duro como usted, pero la verdad es que no dejo de pensar que nuestra última comunicación fue un saludo de lejos, solo pude ver una entre sonrisa tras esa mascarilla de oxígeno que le cubría el rostro.
Cuando le visitaba me tragaba el llanto y le hablaba con la voz de siempre, asegurándole que me estaba encargando de todo. No sé si me escuchó o no, pero quería mostrarle que era fuerte como usted. Y sabe, casi lo logré. En todo el proceso no lloré, aunque quería hacerlo, pero no lo hice.
Cuando me dieron la noticia que usted había muerto sentí que no estaba allí, Quise estallar en llanto pero no pude, le di la noticia a quienes pude tragándome las lágrimas, pero debía ser fuerte, fuerte como usted lo fue.
Se llegó el momento de hablar y me mostré fuerte a todos, di ánimos y aunque me excusaba diciendo que usted ya estaba grande, que era lo mejor, la verdad, es que ni yo mismo me lo creía.
Yo quería que usted estuviera viendo televisión con aquel suéter café, sentado a la orilla de la cama, no en esa caja de madera tendido y sin vida. Me mostraba calmo, pero por dentro estaba destrozado. Hablaba con las personas pero para serle franco, no sé ni qué dije, sentía que estaba en un mal sueño, solo quería que todo pasara. Sé que es egoísmo, sé que usted ya debía descansar, pero yo, en mi egoísmo, quería seguir teniéndolo a mi lado, creo que todavía me faltaban muchos consejos por recibir, aún tenía mucho que aprender de usted.
Mientras íbamos camino al cementerio platicaba y me mostraba fuerte, y pensaba que podría lograrlo, podía haber estado fuerte ante su muerte y le demostraría a usted que hizo un buen trabajo conmigo.
Fracasé.
Por más que quise mantener la compostura no pude dar esas últimas palabras de agradecimiento y despedida. No pude. Simplemente la tristeza me tomó por sorpresa y me desplomé en llanto. No fui el hombre fuerte que usted fue, la verdad le fallé papá. Y es que no aprendí a dejarlo ir, no aprendí a dejarlo de admirar, de querer. No aprendí a aceptar su muerte.
No aprendí a ser el hombre fuerte que usted un día fue.
Polvo de estrella -Los últimos días del profe Arnulfo-
martes, 28 de abril de 2015
Primero debe tener un rosal
lunes, 20 de abril de 2015
Diecinueve años
lunes, 13 de abril de 2015
Los odiantes
Luego, odiaron al suelo por atravesarse en el camino de ese estúpido biberón que cayó de sus bocas.
Odiaron al biberón.
Odiaron a la maestra por dejarles tareas y odiaron a su madre por obligarlos a hacerlas.
Odiaron a su padre y al trabajo por no estar con ellos y odiaron a los pájaros que por las mañanas cantaban a la orilla de su ventana.
Odiaron a su pareja cuando los dejó y odiaron tener que buscar una nueva. Algunos odiaron nunca haberla encontrado.
Odiaron buscar un empleo y al encontrarlo odiaron su trabajo y a su jefe. Odiaron levantarse de madrugada y odiaron el tránsito.
Odiaron con fuerza a los taxistas y a los motoristas. Odiaron a los buses; odiaban los baches y a los peatones y de lejos, odiaron con envidia a un ciclista que feliz circulaba entre los árboles.
Odiaron a los árboles por dar sombra al ciclista.
Odiaron la televisión y los programas que allí pasaban, pero no podían regresar a la radio porque ya la odiaban.
Odiaron la publicidad y odiaron los periódicos. Mostraron su odio en el Internet y las redes sociales, y al pasar el tiempo odiaron la tecnología.
Odiaron su divorcio y odiaron ser despedidos.
Odiaron ser mantenidos por sus hijos y odiaron las enfermedades. Odiaron a quienes los cuidaban y odiaron las medicinas.
Odiaron cuando su vida se apagaba y odiaban pensar que en el velorio nadie los odiaría.
martes, 17 de febrero de 2015
No hay tiempo para distraerse, hay que pensar -Me visto de negro-
Lo que para otras personas era un hermoso ritual matutino, para mí se convirtió en pesadilla. Definitivamente ese no era yo, mis primeros pensamientos del día, no podían girar al rededor del egocentrismo.
Me vi al espejo y pensé, pensé mucho, pensé en muchas cosas, y mientras las horas pasaban, determiné que no pasaría más tiempo atormentado por las mañanas pensando con qué cubrir mi desnudez. Debía minimizar ese tiempo, e invertirlo en algo de provecho. Tomé entonces toda mi ropa y la doné a obras de caridad. Y con el armario vacío me senté a pensar por última vez, cuál sería el atuendo que usaría desde ese momento.
Solo necesitaba un color para mis pies y pensé que el mejor color para calzado era el negro, no se ensuciaba con facilidad y combinaba con todo. ¡El problema estaba resuelto!
Pensé en cualquier color para los pantalones, pero una idea se atravesó por mi mente, y ahí estaba la respuesta: Pantalones negros, total, con cualquier tipo y color de camisa irían perfectos.
Parecía que todo empezaba a tener sentido, así que decidí emprender el viaje y comprar el atuendo. Pero debo ser sincero: Mi viejo gusto por el Heavy Metal me llevó a inclinarme por una camisa negra que se atravesó por mi camino y ya no hubo marcha atrás.
De pronto me vi vestido completamente de negro, y aunque al principio yo mismo me sentí extraño, poco a poco me di cuenta que la elección había sido la correcta.
Efectivamente, por las mañanas ya no había mucho por lo qué preocuparme, el tiempo se redujo considerablemente, y la libreta y lápiz que estaban en el armario empezaron a ser utilizados.
Ahora bien, desde el punto de vista filosófico, sí, el color negro en América es connotativo de luto, y para mí, funciona muy bien. Me describo como un ser humano inconforme, creo que las cosas podrían ser mejor, y, que lo único que hace falta para construir un mundo mejor, es que seamos más tolerantes. Algo que en mi país natal, está muy lejos de hacerse realidad.
Bajo ese enfoque, mi vestuario negro refleja mi inconformidad ante una sociedad egoísta que busca llenar su propio vientre en detrimento de los demás.
¿Anuncio la muerte? no, soy pacifista, pero sí se podría decir que he decidido andar de luto por todas esas personas que han, hay y habrán muerto a manos de entes que sólo desean poder y dinero, he decidido andar de luto por la des-humanización.
¿Soy Satánico? Por supuesto que no. Sí creo que el ser humano puede hacer el bien y el mal si se lo propone, pero no creo que exista ningún ser mágico que motive al hombre a ser cruel, eso es una elección personal. Pero si, mi forma oscura de vestir, es una constante protesta contra la ambición del ser humano por el poder, el dinero, la imposición de ideologías o la desigualdad.
¿Soy diferente a los demás? Creería que no, aunque si estoy escribiendo estas líneas, evidentemente es porque muchas personas consideran que si lo soy, y no precisamente consideran que soy un "diferente bonito", de ahí la razón de este texto. Y no debiera de ser diferente, todos los seres humanos debiéramos de tener el mismo sentimiento por nuestra especie, por la naturaleza, por el planeta. Con una persona que se cuestione, que piense, mi vestuario habrá valido la pena.
En consecuencia, básicamente soy una persona como las demás; con los mismos derechos y obligaciones, los mismos problemas e ilusiones. La única diferencia, es que un día, me cansé de perder el tiempo pensando en cómo vestirme, cuando había cosas más importantes en las que pensar.