domingo, 2 de diciembre de 2012

¡Feliz Navidad!



En algún momento del tiempo se mezcló el nacimiento de Jesús, la festividad a Frey, dios del Sol, la historia de San Nicolás y la leyenda de Krampus para dejar esta peculiar festividad de fin de año que todos conocemos como Navidad. Festividad que, la odie o la ame, una cosa es segura, no pasa desapercibida.

Muchos no celebrarán la Navidad por diversas razones; Cuando faltan papás, cuando escasea el dinero, cuando hay enfermedad, muerte o cuando un recuerdo amargo le quitó el deseo de celebrarlo, es comprensible, la fecha, lejos de alegrar a esas personas, les traerá amargos recuerdos. Entonces, no queda de otra, respetemos su derecho a rechazar las fiestas de fin de año.

Sin embargo, para la mayoría, la fecha trae diferentes sabores dulces que alegran el alma y dibuja sonrisas.

Los que me conocen saben que no soy adepto a celebrar fechas especiales, pero ¿Qué les digo? Cuando casi todo el planeta se pone de acuerdo en determinar un día para descansar, compartir con la familia, los amigos, mostrar buenos deseos al prójimo ¡hombre! Eso es para celebrarlo, es para contagiarse de lo bueno y transmitirlo a las demás personas.

Independientemente a mi apatía, en la época navideña acompaño a mi familia a adornar la casa, busco dar un obsequio a mis seres queridos, a mis hijos. Entonces, al ver películas de la época acompañado con las galletas hechas por mi esposa, abrir obsequios, la visita a mi madre, ver a mis hermanos, hablar con los amigos, los vecinos, definitivamente, hace que la fecha cobre sentido, y entonces, me termino contagiando del bien llamado “espíritu Navideño”

Sólo me lamento por los hijos de aquellas personas que sin un motivo contundente, decidieron, o fueron influenciados a no celebrar la época, imponiendo esa apatía a los más pequeños que añoran la fortuna de sus amigos. A los niños no les importa si Jesús nació exactamente un 24 de diciembre, no entienden el por qué un árbol de navidad es pagano, no entienden de religión, de creencias, de posturas. Un niño desea un juguete, poder sonreír con sus padres, sus amigos, quemar cohetillos, desvelarse y dejarse llevar por todo lo positivo que genera la época.

Sí, es cierto, se ha comercializado la navidad y en muchos aspectos se ha tergiversado el sentido original de la festividad, pero ¡No la friegue! No contribuya a que se pierda esa bonita tradición de mostrar fraternidad y bien en, al menos, un día al año.

Aún tiene tiempo; no por usted, por los niños, por los que vienen. Demuestre amor, de obsequios, acérquese a la gente que ama, y exprese paz, proclame bien, desee ¡feliz Navidad!