Un día de madrugada, el dios Coffea se enamoró de Canephora, pero como era de esperarse, no se podían amar en libertad. Y es que un dios, no debe conoce el amor.
Coffea esperó pacientemente el momento oportuno para hablarle a Canephora. Espero mucho tiempo, algunos dicen, que esperó más de nueve mil años.
Y cuando al fin pudo estar a solas con ella, por ese único momento, se amaron con delicadeza y pasión, y luego, se prepararon para enfrentar con valía a su destino.
Fueron condenados a muerte, y entonces, tomados de las manos, mientras sus cuerpos se desintegraban en el fuego divino, una chispa de su pasión se escapó de sus cuerpos y cayó a la tierra.
Esa chispa germinó, y dio fruto a un grano preciado que al procesarlo y beberlo de forma ritual, Inspira al alma, dando tranquilidad y la fuerza necesaria para esperar lo inimaginable.
Coffea esperó pacientemente el momento oportuno para hablarle a Canephora. Espero mucho tiempo, algunos dicen, que esperó más de nueve mil años.
Y cuando al fin pudo estar a solas con ella, por ese único momento, se amaron con delicadeza y pasión, y luego, se prepararon para enfrentar con valía a su destino.
Fueron condenados a muerte, y entonces, tomados de las manos, mientras sus cuerpos se desintegraban en el fuego divino, una chispa de su pasión se escapó de sus cuerpos y cayó a la tierra.
Esa chispa germinó, y dio fruto a un grano preciado que al procesarlo y beberlo de forma ritual, Inspira al alma, dando tranquilidad y la fuerza necesaria para esperar lo inimaginable.