lunes, 11 de agosto de 2008

El despertar de los tiempos


Sus instrumentos funcionaban bien, sin embargo ya hacía una hora que no recibía comunicación, todo apuntaba que el experimento se había convertido en un proyecto real y factible. Se sentía emocionado, aunque nadie pudo escucharle gritó de felicidad y levantó su mano en el estrecho y oscuro habitáculo donde estaba. Calculó. Mientras la nave descendía a la atmósfera balbuceaba mentalmente su discurso al descender. ¿Cómo debía saludar al presidente? Si, era obvio que mientras él viajó durante un par de días habrían pasado unos diez años como mínimo. Toda la gente que conocía habría cambiado, pero valdría la pena, porque él era el primer ser humano en viajar a la velocidad de la luz en la pequeña sonda que hace unos días habían lanzado con éxito las naciones que participaron. Y siendo él de la raza que desde épocas memorables había sido marginada, este acontecimiento dignificaba al hombre sobre la naturaleza y abría las puertas a la tolerancia. Mientras trataba de comunicarse se dio cuenta que algo andaba mal. Debía hacer un aterrizaje forzoso. Trató de pedir ayuda y al no recibirla recordó el entrenamiento de aterrizar, su cápsula era tan resistente que le habían asegurado que duraría 10,000 años, claro, eso había sido en el 2020 y ahora, 10 años después tal vez habrían descubierto otro material mejor. Dejó de pensar y se aferró de donde pudo. Sintió el aterrizaje no tan violento como todo su viaje, tanto él como la cápsula estaban diseñados para esos golpes.

Cuando todo se calmó liberó la escotilla y comenzó a quitarse el casco. Algo había cambiado. Sintió en sus pulmones el aire más limpio que jamás pudo ni si quiera explicar. Aunque se respiraba mucha vegetación. Sacó sus ojos por la escotilla y no pudo ver más que vegetación a su alrededor. Definitivamente había un error. Desde el punto de aterrizaje, en esa colina él debiera ver la ciudad pero no estaba allí, sino solo árboles. Salió y trató de comunicarse pero la señal en sus aparatos era nula, y eso era muy extraño porque se debía comunicar a través de cualquiera de los satélites de comunicación que al parecer no estaban.

Después de caminar durante todo el día regresó a la cápsula y pensó en hacer una fogata para alejar a los animales, pero se dio cuenta de un aterrador detalle: no se escuchaba más que el sonido de la vegetación y uno que otro insecto volador. No se había topado con huellas o rastros de animales. Algo sucedía. Durante la noche pensó y viendo las estrellas durmió con una gran paz de tan majestuoso paisaje. A la mañana siguiente logró hacer fuego y quemando algunos de sus instrumentos que ya no utilizaría logró hacer una columna de humo muy grande, así lo verían aldeanos y le rescatarían.

Cuando sus marcas en la cápsula marcaron cinco días y cansado de comer plantas que por cierto jamás había identificado decidió investigar los mapas digitales. No eran reconocibles. Buscó en los instrumentos y se dio cuenta que no había viajado a la velocidad de la luz sino mucho más. Calculando aterrado se enfrentó a la visión de haber retornado a la tierra 10,000 años después. Calculó mucho, repasó los números, pero siempre llegaba al mismo resultado. Entendió que él era el único ser humano que había quedado en la renovada tierra, por eso no habían animales, por eso no divisaba ciudades, la raza humana se había extinto, y la tierra se había renovado.

Subió colina arriba y desde la cúspide pudo ver un planeta completamente verde, sin más seres vivientes que las plantas. Esa noche lloró. Pasados los días y luego de pensar en sus seres queridos, de todo lo que él había perdido comprendió que no había sido así; él era el único ser dichoso de ver el cambio que la tierra había hecho, Gaia se había curado y él era ese pequeño cáncer que había retornado para matarle.

Con mucho cuidado hizo zurcos en la tierra y allí enterró los fragmentos de la cápsula, uno a uno y los cubría con las plantas que estaban alrededor. Por las noches hacía fuego únicamente con las ramas que encontraba esparcidas por allí, caminaba con delicadeza para no hacer caminos artificiales. Después de mucho tiempo, ya había perdido la cuenta, tomó la determinación y cuidadosamente hizo un molde de su propio cuerpo en el suelo, quitando las ramas con mucho cuidado, y con fragmentos de troncos secos hizo tres estacas que clavó en la figura que hizo en la tierra.

Se hincó y agradeció a la tierra el regalo de haberle permitido ver el despertar de los tiempos. Luego, Cerrando los ojos y colocando sus manos en su pecho se lanzó de espaldas quedando atravesado por las estacas en el suelo. Mientras su ser se extinguía imaginó como poco a poco él, el último cáncer, retornaría y sería parte de la tierra. Gaia por fin habría vencido.