martes, 22 de septiembre de 2015

Siempre hicieron bien las cosas

Juan tenía muy buenas intenciones. Un día decidió trabajar muy duro para ayudar a su madre en el sostenimiento del hogar.  Como llegaba tarde al trabajo decidió primero ahorrar y comprar un auto para ser más eficiente y ayudar a su mamá. Cuando compró su auto, quiso comprar mejor ropa para ir más presentable al trabajo, sería hasta entonces, cuando ayudaría a su mamá.  
            
Ya mejor vestido y con auto conoció a María. Una joven compañera de trabajo que tenía muy buenas intenciones y quería colaboraba en el sostenimiento de su propio hogar. Se enamoraron.

Pasado el tiempo Juan consiguió una mejor oferta laboral en otra empresa y le propuso matrimonio a María. Ella aceptó. Se pusieron a trabajar más duro para poder comprar una casa y amueblarla. Así, cuando se casaran, ya tendrían todo. Estaban convencidos que estaban haciendo muy bien las cosas. 

Al tener lo necesario empezaron a hacer horas extras en el trabajo para pagar la boda que, según ellos, se merecían por sus esfuerzos por hacer bien las cosas.

Entre elegancia y sonrisas María y Juan se casaron.

Pasaron dos años ahorrando mucho para tener lo suficiente para tener un hijo. Y cuando así fue, María se hospedó en el mejor hospital que pudieron haber pagado. Juan se sentía orgulloso.

Cuando el niño empezó a llorar se dieron cuenta que necesitaban darle lo mejor a su hijo. Y lo mejor que podían hacer era trabajar arduamente para pagarle un buen colegio. Obviamente no tenían tiempo de estar con él, y era razonable. Ellos tenían que trabajar para darle lo mejor al niño. Así que se recordaron de sus progenitoras y dejaron al niño recomendado con ellas.

Para ese punto María y Juan se sentían orgullosos: Tenían una hermosa casa, un hijo consentido y unas madres ocupadas y bien remuneradas cuidándolo.

Cuando el niño creció decidieron pagarle un buen colegio donde estaría de las 6 de la mañana a las 4 de la tarde resolviendo complejos problemas matemáticos, estudiando danza clásica y pintura. Pero debían trabajar un poco más para pagar a la psicóloga que veía al niño, es que las maestras dicen que se porta mal y que trata de llamar la atención, pero para eso el colegio tiene su propia psicóloga que les ha dicho que es normal en los niños de su edad y que el exceso de trabajo de ambos no es el problema, al contrario, es la solución para seguir pagando las terapias. Ambos se sintieron tranquilos.

Un día Juan se sintió celoso del nuevo auto de María que, según dice María, lo compró con el único fin de llevar a la familia de paseo los domingos. Así que Juan buscó un tercer empleo para pagar un auto deportivo porque en realidad se lo merecía, ha trabajado mucho durante toda su vida y necesita tener un gusto.

En Navidad mientras el hijo destrozaba los empaques de los costosos regalos que sus padres le habían dado se dio cuenta que ambos estaban inmersos en sus teléfonos celulares. Re reían y hacían gestos con “alguien” al otro lado de la línea. El niño terminó destrozando los juguetes antes que sus padres se pusieran a discutir por quién se quedaría con el niño. Es que ambos tenían que salir urgentemente.

Cuando la mamá de María murió, Juan no quiso dar dinero para el funeral, ya que ese dinero serviría para pagar la remodelación de su estudio en casa. María maldijo su suerte y la de su madre y tuvo que dar el dinero que tanto había ahorrado para exfoliarse la piel y pagar un modesto funeral.

Cuando la madre de Juan fue encontrada muerta tres días después en la humilde vivienda donde ella vivía, él recordó que a ella le gustaba lo simple así que la enterró en el cementerio cercano donde jamás volvería a visitarla.

Al cabo de unos años el hijo se terminó yendo de la casa y jamás volverían a verlo. María se separó de Juan y estuvieron en un litigio de diez años para ver quién se quedaría con las propiedades que ambos habían hecho en toda su vida.


Hasta la fecha, ambos no se explican que fue lo que pasó, ellos siempre hicieron bien las cosas.