Seamos sinceros, mi hermana era tremenda.
Si se proponía algo, era terca hasta conseguirlo. Nunca se
quedaba callada y si algo estaba en su mente, no dudaba en expresarlo. Algunos
lo ven como una virtud, otros como un defecto, pero para mí, simplemente era su
forma de ser.
Apenas la recuerdo de cuando éramos niños, con sus vestidos
completos y cartera, jugando con Yomila y Janette, buscando cómo verse coqueta
con lo poco que encontraba en casa para ir a la iglesia.
Porque de algo estoy convencido, mi hermana amaba todo lo
relacionado con la iglesia y la religión. Desde niña, creo que había nacido
para eso, para participar en todas las actividades de la iglesia. Y sí,
participaba en todas.
Recuerdo cómo llamaba a la emisora local para pedir música
de Menudo, o su expresión llena de ilusión cuando le dieron permiso para salir
a la calle por primera vez... Ah, la calle... su gran confidente que la
acompañaría durante casi toda su vida.
Casi olvidaba mencionar su primer empleo en los Payasitos,
su operación de garganta y su frustración cuando no pudo estudiar magisterio.
Por alguna razón que no recuerdo, estudió contabilidad, pero eso fue solo
temporal, porque no pasó mucho tiempo antes de que terminara siguiendo los
pasos de su abuela y su papá. Sí, mi hermana terminó siendo maestra.
¡Ah, mi hermana era tremenda!
Siendo tan pequeña y delgada, se compró un auto pesadísimo,
un Saab. Era difícil de conducir, pero allí iba mi hermana, recorriendo todos
lados en su primer coche, llevando a medio mundo y encontrando mil pretextos
para usarlo. Desde ese momento supe que ya no pararía, la calle y el coche
serían sus grandes compañeros.
Se casó y tuvo dos hijas, y antes de que nos diéramos
cuenta, ya tenía una familia. ¡Vaya!, mi hermana era madre.
Ya no la vi tanto durante ese tiempo. Pasaron muchos años en
los que ocasionalmente la veía en reuniones y actividades. Se veía bien, se
veía contenta. Parecía que su hogar funcionaba y que seguía las normas
sociales. Sí, la vida decidió que era un buen momento para que cada uno
siguiera su propio camino.
Pero nadie es eterno y un día la muerte tocó a su puerta
para anunciarle que su tiempo había llegado a su fin. Primero lloró, luego
intentó luchar, después se resignó y finalmente se fue caminando lentamente con
ella, por el camino que supongo la llevará hacia su dios.
Pero sí... mi hermana fue tremenda.