jueves, 8 de octubre de 2020

Así se ha escrito

Nos vimos y nuestros corazones se sincronizaron para palpitar al unísono.

Nuestras risas se fusionaron y nuestras almas hicieron el amor en un arcoíris de estrellas y nubes.

Tú eras un regalo directo de los dioses para mi deleite. Y el exhalar de tu respiración hacía que mi vida tuviera un sentido.

Con solo escuchar tu voz se derretían mis oídos y mi pasión ardía de deseo con solo verte frente a mí.

Pero jamás te he besado.

Eres tan distante, como un sueño que ni en mil noches podré alcanzar.

Y si un día me hablas, cortante me alejaré de tu lado. Sufriendo, llorando.

Y es que así debe ser nuestro amor; Oculto, distante, incógnito, efímero, irreal, ilógico.

Porque así se ha escrito.

Si nunca estás… Nunca te irás.

jueves, 1 de octubre de 2020

Solo

Hoy he vuelto a sentir al planeta más solo.

Y es que los planetas cada vez están más cerca, tan cerca por el agujero negro, que el planeta se ve cada vez más solo.


Hoy he vuelto a sentir que mi país está más solo.

Y es que los países se están dando tanto la espalda, que mi país, como siempre, se siente cada vez más solo.


Hoy he vuelto a sentir a la sociedad más sola.

Y es que cada día las personas están tan ensimismadas, que sin sentirlo, la sociedad se siente cada vez más sola.


Hoy he visto a mi familia muy sola.

Y es que las familias están tan encerradas, con temor, que cada vez mi familia se empieza a sentir más sola.


Ahora me he vuelto a sentir más solo.

Y es que tu ausencia se hace tan fuerte, tan intensa, que hoy me he vuelto a sentir muy solo.

domingo, 16 de agosto de 2020

El teatro de los iguales

Desperté tras bambalinas de un teatro enorme, un teatro viejo, que la verdad, no olía nada bien. Vi que en el escenario habían muchas personas que se mecían con las cabezas abajo, sin expresión, solo se mecían, como si fueran almas en pena. Todos vestían una túnica blanca y en el cuello, unos grilletes con cadenas que se extendían a lo alto y se perdían en la oscuridad.

Las cadenas eran distintas unas de otras; unas eran oxidadas, otras con grasa, otras de oro, otras de plata, con diamantes y otras, muy ornamentadas pero manchadas de estiércol. Me di cuenta que las cadenas estaban muy tensas y casi no les permitían a las personas estar de pie, solo de puntitas, por eso se mecían, apenas podían moverse con libertad. Vi al público que efusivo les aplaudía sin parar. Reían y se congraciaban con ellos, haciendo muestras de aprobación. Los aplausos eran tan fuertes que casi era ensordecedor.

Me di cuenta que yo tenía en mis manos dos cadenas nuevas con dos grilletes relucientes y frente a mí, mis hijos vestidos de blanco y muy inquietos, casi temerosos. Entendí que yo les debía colocar los grilletes y sacarlos al escenario, pero no estaba dispuesto a dejarlos pendiendo de una cadena sin casi moverse.

Recordé que yo conocía una puerta y con sigilosidad, pero presuroso, los tomé de la mano y los guié a la salida. Abrí la puerta y en la calle había muy pocas personas; caminaban despreocupados, se les veía tranquilos, sin problemas, en paz.

Les dije que salieran a caminar y que nunca volvieran a entrar al teatro, que solo debían caminar. Ellos me pidieron que los acompañara, pero al querer salir, el grillete de mi cuello me regresó con fuerza. Les sonreí y les expliqué la solución que había planificado, aunque todos sabíamos que simplemente, yo estaba mintiendo.

Aunque tenían lágrimas en sus ojos, al fin de cuentas los convencí de salir de ahí y cuando ellos salieron, la puerta se cerró y la perdí de vista, ya no pude ver dónde estaba la puerta de salida.

Las cadenas que tenía en mis manos poco a poco se empezaron a tensar y para que nadie se enterara que mis hijos habían escapado del teatro, me coloque una cadena en cada una de las muñecas de mis manos y salí al escenario. Todo el público me vio con la cadena estirando mi cuello, casi al borde de la asfixia, y las cadenas que me obligaban a tener los brazos en alto.  Ellos inmediatamente aplaudieron al unísono; unos aplaudieron de pie, otros aplaudían fuertemente, y otros me admiraban.

Vi entre el público a mi esposa, pero ella aplaudía a otra persona en el escenario; Estaba como ausente, aplaudiendo y admirando a alguien más ¿Por qué estaba entre el público, por qué no estaba en el escenario? Pero pronto me di cuenta que ni ella, ni el público, ni los iguales del escenario se habían dado cuenta de la ausencia de mis hijos, nadie había notado que ellos habían escapado. Me di cuenta que había tenido éxito en algo, había logrado liberar a mis hijos.

Me empezaron a doler las muñecas por la tensión de las cadenas y entonces entendí el porqué de mi artritis. Me dolió el cuerpo y entendí por qué yo estaba en el escenario, todo era por la libertad de mis hijos, no importaba que yo me quedara con los iguales y mi esposa en el público, si ese era nuestro papel, que así fuera,  todo valdría la pena, si mis hijos ahora caminaban fuera del teatro.

Y ahí me quedé, riendo a carcajadas, con la luces sobre mí, entreteniendo al público, siendo parte de los iguales, por toda la eternidad, danzando, actuando, perdido entre todos, sin importarme nada, porque todo había valido la pena, yo moriría en el teatro de los iguales, y mis hijos vivirían siendo libres.

sábado, 28 de marzo de 2020

Realidad


De pronto, toda la realidad se me vino encima. Así, sin escape, sin tener a dónde huir, sin un lugar dónde esconderme, sin saber exactamente qué hacer.

Veo a mi alrededor, y contemplo un espacio amplio, con pequeños rinconcitos de soledad, con cosas que recuerdan momento, momentos de un pasado feliz, un pasado donde estaba completamente consiente que era feliz.

Y es que este lugar me vio venir con temor, y luego, me vio tener fe, me vio reír, llorar, preocuparme, carcajearme escandalosamente. 
Pero también me ha visto deprimido, triste, al punto de la desolación. Si, este lugar sabe de mí, y yo de él. Este lugar, es parte de mí.

Pero la realidad se me ha venido encima, con la muerte a sus espaldas, esperando que cometa un error para arrebatarme a los que amo, o arrebatarme a mí de ellos. Y por eso debo dejar este lugar, para concentrarme en vivir, esperar en el encierro, y apostar por vivir.

Y no puedo imaginar cómo será este final, porque nadie puede forzar al destino, y nadie puede frenar a la realidad. Lo único que me puedo asegurar, es que lejos de este lugar, plantaré cara a la realidad, y daré mi vida a la muerte si fuera necesario, todo, para asegurar a los que amo un nuevo lugar, donde puedan ver el amanecer, en la futura realidad.

martes, 3 de marzo de 2020

Vudú


Has vuelto a visitarme.
Cruel, inclemente, sin piedad.
Sin pedir permiso, por la fuerza, con maldad.
Eres como esa aguja que se clava en un muñeco de vudú.
Destruyendo hasta los huesos, castigando mi alma.

Y yo aquí, sufriéndote como siempre.
Desprevenido, solitario, incapaz.
Sin saber qué hacer, esquivando, sobre viviendo.
Soy como aquel muñeco de vudú.
Indefenso, sin alma qué castigar.

¿Algún día te convertirás en pasado?


¿Algún día te convertirás en pasado?
Porque te soy sincero, por momentos te olvido.

Disfruto mi presente, y preparo el futuro.
Se me olvida tu rostro, y desaparece tu recuerdo.

Pero de pronto te me vienes como golpe.
Y entiendo que siempre regresas.

No importa lo que haga, siempre regresas.
Tardeo temprano, siempre regresas.

Eres mi presente, eres mi realidad.
Y aunque no me guste admitirlo, estoy unido a ti.

Porque serás mi futuro, y moriré a tu lado.
Aunque me siga preguntando si algún día te convertirás en pasado.