Me desperté muy temprano a luchar contra la muerte y mientras me enfrentaba a mi faena, entre la neblina vi que se asomaba la luna. Volví a verla, pero se ocultaba de mi, dejaba de verla y se mostraba semi radiante a mis espaldas. Sonreí y continué, pero ella me distraía, juguetona se mostraba y se ocultaba mientras yo me descuidaba.
El señor sol se despertó y se ocupó de rociar la distancia
con su luz, y entonces, la luna aprovechó para salir de su escondite y se
desnudó frente a mí. Su resplandor era intenso y su redondez era perfecta.
Me quedé extasiado ante semejante belleza.
Pero el señor sol se presentó, y ella no tuvo más remedio
que seguir su camino y yo, entendí que era el momento de encerrarme en las
cuatro paredes. Y así, mientras mis neuronas se electrifican para anunciar lo que
aprendí en el pasado, y por la ventana observo al señor sol reinar, no dejo de sonreír
pensando en la coqueta luna que hoy por la mañana jugó conmigo.