miércoles, 26 de octubre de 2016

Alma de trueno

En mi alma herida se escuchó un trueno.

Distante, a lo lejos.

Suavemente, mi alma sintió una brisa, y el trueno se escuchó claro en mis oídos.

Estaba ahí.

De pronto, de golpe, mi alma se llenó del trueno, la lluvia y los rayos.

Sentí la tormenta en mi interior, y su canto revivió mi alma que se levantó con un grito ensordecedor.

Estoy de pie.

Voy a luchar.

Voy a vencer.

domingo, 23 de octubre de 2016

Tortillas con frijoles

El sol era intenso, pero el frío de las montañas refrescaba su cuerpo, que a mediana velocidad, se movía por la ruta del altiplano del país.

A lo lejos, se podía ver esa pequeña motocicleta dejando una estela de polvo. Esa imagen que los pobladores de las aldeas esperaban ver con ansias.

De su pequeña mochila, sacaba los documentos, y explicaba lo procedente. Las mujeres lloraban de alegría y los padres de familia sonreían agradecidos.

Tomaba café y comía tortillas con frijoles, y luego, se despedía para recorrer otros cientos de kilómetros para dar las buenas noticias al poblado siguiente.

Cuarenta y cinco años después, las personas lo recuerdan con cariño como “el mensajero de Huracán”.

Varado

Su contrato le impedía trabajar por más horas de las establecidas y tuvo que parar en medio de la carretera a dormir unas horas. El sonido del motor del camión, ese que alimentaba la calefacción que le daba alguna comodidad en aquella cabina, le contaba los minutos que él invertía en ver las estrellas y especular sobre su futuro.

Solo.

La noche oscura.

Las estrellas brillando.

El recuerdo de ella en su mente.

domingo, 16 de octubre de 2016

Pero me dueles

A veces me dueles poco, otras veces me dueles mucho. Pero me dueles.

A veces se me olvida y pareciera que no me dueles, pero me dueles.

A veces lloro, esperando que ya no me duelas, pero me dueles.

A veces deseo no haberte conocido, vivir sin tu dolor, pero me dueles.

A veces quisiera que ya no dolieras, pero me dueles.

miércoles, 12 de octubre de 2016

Al final de los tiempos

Dos catalejos viejos fueron suficientes para que tu figura se clavara en mi mente. Desde ese momento, comenzó una persecución que terminó con tu cintura entre mis brazos. No paramos.

Ocho excusas tuve para compartirte lo que mi corazón cantaba. Y es que desde un ochenta y ocho mi canción te había buscado, y en ese momento, te había encontrado.

Siete años pasaron para que nuestras almas se replicaran, y en ese espiral, el nuevo camino inició.

Cuatro corazones latieron dos mil metros sobre el nivel del mar, recorriendo sus senderos sobre dos ruedas.

Dos almas, al final de los tiempos, recorrerán los rincones del mundo, y acariciarán a los amantes, susurrando en sus oídos, para vencer las adversidades.


…Mi canción te avisó, y tú supiste llegar…

sábado, 8 de octubre de 2016

Ester

Dentro de la propiedad, inmersa entre maleza y árboles, se encontraba una choza de más o menos tres metros cuadrados. Las paredes eran de madera dispares que entre dejaban ver los muebles viejos y amontonados que se encontraban en su interior. A la orilla de la cama estaba la estufa, y junto a ella, un mueble a medio caer que albergaba los sartenes y la ropa.

Al cantar el gallo, Ester se levantó y preparó los pocos frijoles que quedaban y tomó un poco de avena para mezclarla con agua y así, improvisar una especie de atol con el que sus hijos llenaran sus estómagos, de esta forma, se suponía que ellos debían pasar el día. Luego, ella viajaría a hacer los servicios domésticos a las casas de la ciudad capital. Si tenía suerte, le regalarían algunas sobras de ayer, y llevaría la cena por la noche. Seguro sus hijos estarían felices.

Sintió un olor peculiar, el ambiente se sentía denso y pesado. Había escuchado algo acerca de la fuga de gas, pero nadie le había explicado cómo operar una estufa de gas cuando se la regalaron. Así que pensó en encender la estufa, y luego, abriría las ventanas para ventilar el olor.

El estallido se escuchó entre las propiedades vecinas.

Esa noche, las noticias contaron la historia de una familia muerta en las afueras de la ciudad, pero Leonor no puso atención, ella seguía molesta y contando a Rolando como la señora de la limpieza no había llegado a trabajar. Elevando la mirada al cielo reclamó “El problema es que la gente no piensa en los demás”.


Esta historia está en hechos reales

domingo, 2 de octubre de 2016

Hojas en blanco

Se conocieron con muchas hojas en blanco y otras a medio escribir. Entonces, decidieron leerse y escribirse mutuamente.

Ella dejó ser leída por él y pasaba horas leyéndolo de igual forma.

Pero ella llegó a un capítulo que él no quería que fuera leído.

Y él cerró su libro.

Ella había dado tanto como recibió, y sabía qué estaba bien y qué estaba mal.

Así que un día, ella también cerró su libro para él. Y aunque ella lloró, con su libro cerrado siguió escribiendo su historia.

Con el tiempo, un hábil lector llegó, y se quedó junto a ella leyéndola hasta el final de sus páginas.

Pero para aquel primero, el final de su historia llegaría con muchos tachones, páginas en blanco y un capítulo central, que nunca se pudo concluir.