Se conocieron con muchas hojas en blanco y otras a medio
escribir. Entonces, decidieron leerse y escribirse mutuamente.
Ella dejó ser leída por él y pasaba horas leyéndolo de igual
forma.
Pero ella llegó a un capítulo que él no quería que fuera
leído.
Y él cerró su libro.
Ella había dado tanto como recibió, y sabía qué estaba bien
y qué estaba mal.
Así que un día, ella también cerró su libro para él. Y
aunque ella lloró, con su libro cerrado siguió escribiendo su historia.
Con el tiempo, un hábil lector llegó, y se quedó junto a
ella leyéndola hasta el final de sus páginas.
Pero para aquel primero, el final de su historia llegaría
con muchos tachones, páginas en blanco y un capítulo central, que nunca se pudo
concluir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario