Qué difícil es ir siempre hacia adelante, cuando tanto de uno se queda aquí.
Sin más consuelo que algunos momentos, que el camino hace tan caro vivir.
Y con el tiempo cuestan recordar.
Usted me enseño muchas cosas, lo que un verdadero hombre debía hacer, y traté, traté de ser un hombre fuerte, un roble como usted lo fue. Pero no pude.
Recuerdo haberle pedido que me enseñara a conducir un vehículo, y usted me enseño a desarmar un motor. Recuerdo que no salía a vagar con mis amigos sin primero ayudarle a hacer las actividades que, según usted, me formaría como todo un hombre. Recuerdo ver mis manos llenas de cemento, grasa, astillas o pegamento. Si, usted me estaba enseñando bien.
Algunas veces me quemé, otras, terminé sucio de pies a cabeza. Pero le seguía sin pestañear. Lo admiraba, yo veía en usted a un superhombre.
Me dio vergüenza llegar a ver que con el tiempo los niños admiraban a Superman o Batman y yo le seguía admirando a usted. Luego, vi como los adolescentes odiaban a sus padres, pero yo le seguía admirando. Lo que usted decía era la ley y no se discutía, yo respeté eso.
Me enseño que la casa funcionaba por usted, todo se reparaba y todo tenía una solución, total "eso no nació allí". Vi cómo nunca faltó la comida en la mesa, no importaba si usted tenía que trabajar largas jornadas, nunca se quejó, nunca nos reclamó. Todos los fines de semana lo tuve a mi lado y nunca vi una grosería de su parte para con mi mamá, si, usted me enseñó cómo se llevaba un hogar.
Recuerdo cuando aquel maestro me señaló con el dedo y dictaminó que yo no sería nadie en la vida. Usted se sentó junto a mí en aquellas tardes de diciembre enseñándome matemáticas. Jamás nadie volvió a dudar de mi inteligencia.
Eso sí, usted fue duro, muy duro. Nunca lo vi llorar, no lo vi quebrarse. Siempre nos defendió, pero también nos castigó. No toleró que nos pasáramos de listos. Nunca supe que le gustaba, pero si sabía perfectamente lo que no le gustaba, y seguramente no le gustaría que escribiera estas líneas, un verdadero hombre calla. Lo recuerdo muy bien.
Sabe, cuando lo llevé al hospital quería abrazarlo, pero no pude. Lo mismo quise hacer antes que entrara al intensivo pero tampoco me atreví. Debía demostrarle que yo era duro como usted, pero la verdad es que no dejo de pensar que nuestra última comunicación fue un saludo de lejos, solo pude ver una entre sonrisa tras esa mascarilla de oxígeno que le cubría el rostro.
Cuando le visitaba me tragaba el llanto y le hablaba con la voz de siempre, asegurándole que me estaba encargando de todo. No sé si me escuchó o no, pero quería mostrarle que era fuerte como usted. Y sabe, casi lo logré. En todo el proceso no lloré, aunque quería hacerlo, pero no lo hice.
Cuando me dieron la noticia que usted había muerto sentí que no estaba allí, Quise estallar en llanto pero no pude, le di la noticia a quienes pude tragándome las lágrimas, pero debía ser fuerte, fuerte como usted lo fue.
Se llegó el momento de hablar y me mostré fuerte a todos, di ánimos y aunque me excusaba diciendo que usted ya estaba grande, que era lo mejor, la verdad, es que ni yo mismo me lo creía.
Yo quería que usted estuviera viendo televisión con aquel suéter café, sentado a la orilla de la cama, no en esa caja de madera tendido y sin vida. Me mostraba calmo, pero por dentro estaba destrozado. Hablaba con las personas pero para serle franco, no sé ni qué dije, sentía que estaba en un mal sueño, solo quería que todo pasara. Sé que es egoísmo, sé que usted ya debía descansar, pero yo, en mi egoísmo, quería seguir teniéndolo a mi lado, creo que todavía me faltaban muchos consejos por recibir, aún tenía mucho que aprender de usted.
Mientras íbamos camino al cementerio platicaba y me mostraba fuerte, y pensaba que podría lograrlo, podía haber estado fuerte ante su muerte y le demostraría a usted que hizo un buen trabajo conmigo.
Fracasé.
Por más que quise mantener la compostura no pude dar esas últimas palabras de agradecimiento y despedida. No pude. Simplemente la tristeza me tomó por sorpresa y me desplomé en llanto. No fui el hombre fuerte que usted fue, la verdad le fallé papá. Y es que no aprendí a dejarlo ir, no aprendí a dejarlo de admirar, de querer. No aprendí a aceptar su muerte.
No aprendí a ser el hombre fuerte que usted un día fue.
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