lunes, 13 de abril de 2015

Los odiantes

Al nacer creyeron que era injusto que alguien les golpeara en el trasero sólo para comprobar que estaban vivos. Entonces, odiaron al doctor. 

Luego, odiaron al suelo por atravesarse en el camino de ese estúpido biberón que cayó de sus bocas. 

Odiaron al biberón.

Odiaron a la maestra por dejarles tareas y odiaron a su madre por obligarlos a hacerlas. 

Odiaron a su padre y al trabajo por no estar con ellos y odiaron a los pájaros que por las mañanas cantaban a la orilla de su ventana. 

Odiaron a su pareja cuando los dejó y odiaron tener que buscar una nueva. Algunos odiaron nunca haberla encontrado. 

Odiaron buscar un empleo y al encontrarlo odiaron su trabajo y a su jefe. Odiaron levantarse de madrugada y odiaron el tránsito. 

Odiaron con fuerza a los taxistas y a los motoristas. Odiaron a los buses; odiaban los baches y a los peatones y de lejos, odiaron con envidia a un ciclista que feliz circulaba entre los árboles. 

Odiaron a los árboles por dar sombra al ciclista.

Odiaron la televisión y los programas que allí pasaban, pero no podían regresar a la radio porque ya la odiaban. 

Odiaron la publicidad y odiaron los periódicos. Mostraron su odio en el Internet y las redes sociales, y al pasar el tiempo odiaron la tecnología.

Odiaron su divorcio y odiaron ser despedidos. 

Odiaron ser mantenidos por sus hijos y odiaron las enfermedades. Odiaron a quienes los cuidaban y odiaron las medicinas.

Al final de sus días se odiaron a sí mismos y en agonía odiaron al Creador. 

Odiaron cuando su vida se apagaba y odiaban pensar que en el velorio nadie los odiaría.

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