Conozco
el poder de las palabras, por eso pienso antes de hablar. Entonces, cuando callo
me acusan de no tener carácter, y cuando pienso y hablo, me acusan de rebelde y
revolucionario. Y es que la gente sospecha del poder de las palabras, pero no
usan ese poder, no piensan al hablar, y cuando hablan no dicen lo que piensan,
sino repiten los enunciados de otros para parecer cultos y sabios. Si una palabra no tiene un pensamiento propio
de fondo, esa palabra no sirve, no tiene poder.
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