Tienes la respuesta a
la pregunta que nadie hizo. Te adelantas a hablar cuando tu interlocutor apenas
empieza a abrir la boca. Y de pronto tu
cerebro hace corto circuito y como avalancha, las ideas empiezan a bajar con
gran velocidad hasta tu boca, que escupe como metralla todo es enunciado que
aturde a los oídos y enferma la mente.
No logras ver que tu
acompañante está molesto, o si te das cuenta, no te importa. Necesitas hablar,
hablar y hablar hasta que tengas que haber dicho todo lo que se te antoja. Es
como si quisieras llegar a un orgasmo verbal. Eres sofocante.
Tomas un poco de aire
solo para seguir a mayor velocidad diciendo todo lo que se te ocurra. En un
momento se te vienen más ideas y abriendo los ojos aceleras las palabras para
decir más cosas, estás en éxtasis.
Cuando te das cuenta
que la otra persona se está hastiando, le vuelves la atención tocándole
frenéticamente con tu mano hasta que al fin te vuelve a ver y tú, hablas a
mayor velocidad.
Ahora corres detrás de
la persona que desesperada empieza a caminar poniéndote alguna excusa para que
dejes de hablar. Nunca paras, es tu obsesión. Mientras levantas la voz y ves
que corre de ti te vuelves abruptamente, y ves para todos lados hasta que encuentras
a la distancia a tu nueva víctima a la que, sin tener compasión tomas del brazo
y le empiezas a hablar casi al oído.
No hay comentarios:
Publicar un comentario