Él le contó muy
entusiasmado de su viaje de negocios. Viajaría una semana entera y esperaba
sorprender a sus jefes a su retorno. Ella escuchaba con atención, mientras veía cómo se
iluminaban sus ojos por la nueva experiencia.
Antes de partir él le
dijo “mañana, quiero despertarme con tu despedida, hazme ese favor”
Al día siguiente ella
madrugó e inspirada le envió el más tierno mensaje de despedida que se le hubiera
podido ocurrir. A los pocos minutos se percató que él lo había leído.
Entusiasmada esperó el mensaje de retorno, pero nunca llegó.
No quiso molestarle
más y dejo pasar el lunes completo para que él se concentrara en su trabajo. El
martes le envió un corto saludo deseándole éxitos en sus negocios. Pero él no
leyó su mensaje.
El miércoles, el
jueves, el viernes y el sábado ella hizo lo mismo. Pero él no respondió.
El domingo él retornó
al país y ella le recibió. Le preparó una cena y esperó a que él le contara
toda su aventura. Él no se midió contando con detalles su experiencia de
negocios, pero ella le interrumpió “me
imagino que estuviste muy ocupado desde que te levantaste el lunes” pero él le
contó cómo el vuelo se atrasó y tuvo que esperar muchas horas del lunes en el aeropuerto.
Ella no pudo evitarlo
y le reclamó su falta de interés. Le reprochó los mensajes que diariamente ella
le envió y que él no respondió.
Pero el la vio y
levantándose de le mesa le dijo “sabes, no me agrada que me presiones, estuve
muy ocupado en este viaje y no tuve tiempo de responderte. Yo no nací
pegado a ti, tengo cosas que hacer”.
Él salió de aquella
casa y nunca más regresó. Ella, recogió la mesa, lavó los platos y se fue al dormitorio.
Pasaría muchas noches
sin dormir.
Pero una mañana el rayo de sol la despertó y ella sonrió, era cierto, ella no había nacido pegada a él.
1 comentario:
Bonita reflexión. Y realidad.
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