Ella se asomó a la
ventana, pero no veía con claridad. La distancia y la luz del día confundían la
casa de su amado entre las demás de la colina. Era imposible.
Por su parte, él, pasó
todo el día calculando cuál sería el punto exacto donde se divisara
la casa de su amada, pero de igual forma, la tarea no fue fructífera.
Llegada la noche, a
ella se le ocurrió colocar papel celofán rojo en el bombillo de su cuarto y en
repetidos parpadeos esperó que él entendiera que ella estaba pensando en él.
Inmediatamente, del
otro extremo de aquella colina, él logró ver su mensaje y
respondió de la misma forma pero con una luz azul.
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