Alguien apagó el
interruptor de su cuerpo y feneció ante el cansancio.
Se tumbó en la cama y
ya no tuvo fuerzas para levantarse más. Estaba agotado.
Sintió por un instante
que si cerraba los ojos no dormiría, sino que su ser dejaría de existir.
Se asustó.
Hizo lo imposible por
permanecer despierto, porque si se rendía, encontraría a la muerte.
Lucho tanto como pudo,
y cuando sentía desvanecerse, se sobre saltaba en la cama para permanecer con
vida. Pero era imposible, su vida pareciera que se iba de a poco.
A lo lejos escuchó esa
voz ancestral que le invitaba a tener paz y buscando desesperado encontró sus
ojos. Mientras parpadeaba muy lentamente, podía ver la mirada de tranquilidad
que le veía fijamente. Entendió que si moría, sería a su lado.
Se rindió y cerró los
ojos. Y entonces, alguien encendió nuevamente el interruptor de su cuerpo.
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