Jamás se conocieron,
nunca compartieron una palabra, ni si quiera se vieron alguna vez o se cruzaron
por la calle. Pero ambos tenían algo en común: ambos compartieron la misma pena. Esa pena que ninguno de los dos podrá advertir al próximo
desconocido, hasta que, él mismo, sienta esa pena recorrer su cuerpo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario