Te lamentas y retuerces buscando autocompasión, gritas al
cielo victimizándote y le dices a todos cuánto sufres. Y entre tanto esfuerzo la
gente te ve y te consuelan, te sientes protegida y ríes de felicidad. Llegada la
noche, las personas se van a sus casas y tú, caminando por la calle, ves hacia
todos lados y en un callejón oscuro, te vuelves a lastimar.
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