No amaba, no se
entregaba por amor, exigía ser amada en los momentos que ella quería sentir. Se
encaprichó. Disfrutaba el momento y decía las cosas más lindas que nadie
pudiera escuchar, pero solo cuando no estaba entretenida en otras cosas. Reía a
carcajadas y luego lloraba según fuera su antojo. Al final, pasados los años,
se lamentó en soledad y se lamió las heridas en público, pero nadie la tomó en
serio. Su fin no fue divertido.
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