Lo pensó muy bien. Todo estaba muy bien planificado, hasta el último
detalle fue concebido con destreza.
La citó.
Se encontraron y pacientemente esperó a
que ella cometiera su error, si, ese que él sabía perfectamente que iba a
cometer. Cuando al fin ella lo hizo, el aprovechó el momento y la mató.
Con frialdad y tranquilidad salió y cerró
la puerta de aquel lugar y caminó un momento hasta que cayó preso en su propio
corazón.
Pasaría preso un año y medio.
Al cumplir su condena salió a caminar y en
la esquina la vio sonriente al lado de un desconocido.
No sintió tristeza ni remordimiento.
Pasó al lado de ellos sin que se
percataran de su presencia y mientras encendía un cigarro se sintió satisfecho de
haber matado esa relación que por tanto tiempo agotó su mente y le dejó preso en su propio corazón.
Vio hacia al frente y sonrió.
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