Flotaba en el firmamento:
Un vestido blanco dejaba ver sus pequeños pechos que juntos danzaban en la paz
del silencio; hermosa, libre, sin restricciones, sin cadenas, compasiva. La diosa
razón escuchó su lamento, que fundido dentro de un calor abrazador suplicaba la
muerte. Como debía ser, se apiadó de él y le habló. Sus palabras acariciaron
sus oídos y se fundieron en su mente “tú no tienes brazos, no tienes piernas,
no tienes torso: Eres un alma libre que brilla junto a las estrellas”. Y entonces
se liberó.
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