La noche era tan oscura
que apenas podía dibujar las siluetas de las figuras que tenebrosas
daban vida a aquel escenario lúgubre donde su alma se encontraba. Inmerso en
las penumbras, escuchó a aquel viejo reloj caminar y en medio del silencio, el viento le aullaba a sus espaldas.
Caminó por las calles desiertas con los brazos entre
cruzados, esperando opacar de alguna manera, el frío que se metía hasta sus
huesos. En ese denso frío y soledad, deseó encontrar otra alma junto a la suya, no importaba si era amigo
o enemigo, el contacto con alguien era lo que anhelaba.
Pero no fue así, no,
esa noche no. Esa noche lo cubría en soledad, absorbiéndolo, inquietantemente,
desesperadamente, silenciosamente.
Detuvo su camino, y pensó por un largo tiempo. Tanto fue ese
tiempo, que, en medio de la noche oscura, pudo ver su sombra reflejada en el
suelo húmedo del camino.
Levantó la cabeza y cerró los ojos, pero no
tuvo miedo. Entendió que debía seguir en ese camino, en las sombras de la noche,
esperando que algún día, cuando menos se lo esperara, vendría el amanecer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario