Entre risas y vino Eileen, Aldaír y Kendra hablaron de mil y
una cosas. Kendra y Aldaír se tomaron de la mano y Eileen se perdió por unos
segundos en sus manos. Le afectó, pero cambiando de tema, hizo una broma y
todos rieron. Kendra y Aldaír también rieron
y discretamente se soltaron las manos, sabiendo que algo no andaba bien. Vieron
a lo lejos al hijo de Eileen que jugaba con sus hijos, y asumieron que el padre
ausente tenía roto el corazón de su amena acompañante. Pero a Eileen no le
importaba el padre de su hijo, para nada, tampoco le importaba que Kendra y Aldaír se tomaran de
la mano. Eileen vio en la mano de Kendra un lunar similar al que ella tenía,
ese lunar que un día su amante, Madox, besó hacía muchos años atrás. Madox, el
hombre que la amo intensamente, el que un día le hizo versos y le besó sus
lunares y rodillas. Ese día, ella recordó a ese amante, Madox, su amante, que
ahora, muy probablemente, estaría muerto.
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