No caíste, no fuiste
engañada. Tú respondiste a una sonrisa, a un “te quiero” a sus caricias. No fuiste
tonta. Como es tu naturaleza, confiaste en el amor, porque eres sincera, porque
no andas jugando, porque para ti, el amor no es un juego, el amor es una
práctica cotidiana.
Pero él se fue.
¿Y ahora piensas que
fue tu culpa? No se puede culpar al sol por dar su luz al piadoso y al asesino, no se
puede culpar a la luna por inspirar al poeta y al ladrón. Si de algo eres
culpable es de amar, y ese hermoso sentimiento jamás debe hacerte sentir
culpable.
Ahora levántate.
Cierra los ojos y
siente en el viento mil besos de amor desesperados de muchos que anhelan un
amor sincero como el tuyo. Si alguien no lo supo apreciar lo perdió, pero tu amor
verdadero, el que complementará tu corazón, a ese debes esperar. No desesperes,
no caigas, levántate.
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