La felicidad lo dejó encargado en los brazos de
la soledad y ésta lo dejo abandonado en un rincón. Su corazón se marchitó
buscando razones y su cuerpo la auto destrucción con el pretexto de vivir.
Al final, terminó en el fondo de su propia miseria.
Desdichado vagó por callejones de muerte y la
peste le vio la cara. Contempló la decepción y en su desesperación se maceró en
la mierda.
Sumergido esperó la muerte, pero en su lugar vio
una sombra inerte. Angustiado tomó su mano esperando que cualquier cosa
sucediera.
Sin embargo, esa sombra le tomo con fuerza y le
llevó por calles desiertas limpiando sus heridas. A escondidas le cobijó y con
paciencia le mostró la paz. Un día, asomó la cara por la esquina y pudo ver de
lejos a la felicidad. Decidió seguirla de cerca para un día, cuando menos lo
sospechara, abrazarla y unirse de nuevo a ella. Ahora su existencia tenía una
esperanza. Aprendió que sumergido en la mierda se podía encontrar la felicidad.
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