Un día, el loco decidió instruirse y se adentró en el umbral
del conocimiento. Recorrió la sensatez con más de trescientos años de antigüedad
y perdió la fe.
No tardó mucho en el camino, hasta que se encontró a un
grupo de goliardos con los que, sentados en la banca del deseo, ilusionaron con
el más allá.
Acompañados de guitarras y cervezas, las charlas filosóficas
les hicieron entender la vida, mientras miraban las estrellas.
Veinte años después, el loco recordó su formación, y
mientras bebía una copa de vino, no pudo evitar brindar a la salud de sus
compañeros, donde quiera que ellos estuviesen.
A su salud Ludwig, Chino, Carlos, Moñas, Jairo, las Karinas y Erickson Esteifer.
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