El ritmo sonó en mi interior, y fue inevitable repartir sus
fragmentos. Pero un día, al conocerte, sus acordes se centraron en ti. Sus
letras nos acompañaron y sus estribillos nos cautivaron.
Las canciones fueron nuestras.
Desde entonces, nuestros corazones están amarrados con
cuerdas de acero, y nuestro canto danza con suavidad en trozos de metal. Ahora
somos música, ahora, el ritmo es nuestro.
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