Es una avalancha que se te viene encima sin poder evitar
librarte.
Buscas desesperadamente ver a un costado y al otro pero no
hay escapatoria.
De pronto te golpea con fuerza y quedas atrapado en esa
sofocante aflicción.
Yo no lo busqué, yo no lo pedí. Simplemente me escogió y cuando desea, toca a mi puerta y toma todo mi cuerpo.
No, no se puede escapar del tormento. Al menos, no por
ahora.
La desesperación me hace agitarme con fuerza tratando de
escapar. Sudo porque sé que no debo sucumbir pero debo reconocerlo: a veces se
descansa al sucumbir. De tanto luchar me
quedo quieto, casi inmóvil esperando a la muerte que se perfectamente no
llegará en este momento. Veo mis manos con tristeza.
En ese estado de silencio donde llego a sentir la sangre
correr por mis venas concibo una terrible idea y deseoso de tener paz, busco una
voz que me acompañe.
Espero.
De pronto y a lo lejos escucho la voz que me responde y está dispuesta a
acompañarme. He soltado una sonrisa.
Esa voz que no puedo oír, pero que interpreto me entiende y trata de ayudarme.
Por unos minutos tengo
paz.
Me siento bien.
Soy feliz.
De pronto, reacciono y en abrupto despertar dejo de escuchar
la voz.
Regreso al primer instante y viendo el amanecer espero no
ser lo que se supone no se debe ser. Me incorporo poco a poco y con dificultad le planto cara a
la mañana. Mi mente va teniendo la paz que buscaba. Sé que la pasaré bien, pero sé
que tendré tormentos futuros.
Y aunque sé que puedo acudir a esa voz, me vuelvo
a convencer que no debo ser lo que se supone que no debo ser.
1 comentario:
Perfecto es el momento en que uno se encuentra con lo anormal indicado.
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