Fuerte.
Entraste en mi vida
sin pedir permiso.
Sola.
Sin compañía.
De golpe.
Sin piedad, con fe.
No pude evitarlo.
No quería evitarlo.
Sabía que no debía
dejarte entrar pero lo permití.
No quería que iluminaras
mi interior, lo iluminaste.
Rogando, ahora me
tienes inmerso en esa luz divina que no creo merecer.
El escuchar tu voz
alimenta mi luz interior.
Y tu aliento me hace
desear robarme una gota de luz.
Así, de pequeños
sorbos estaré vivo.
Vivir por ti, por tu
luz.
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