jueves, 3 de marzo de 2016

No ser lo que se supone no se debe ser

Es una avalancha que se te viene encima sin poder evitar librarte.

Buscas desesperadamente ver a un costado y al otro pero no hay escapatoria.

De pronto te golpea con fuerza y quedas atrapado en esa sofocante aflicción.

Yo no lo busqué, yo no lo pedí. Simplemente me escogió y cuando desea, toca a mi puerta y toma todo mi cuerpo.

No, no se puede escapar del tormento. Al menos, no por ahora.

La desesperación me hace agitarme con fuerza tratando de escapar. Sudo porque sé que no debo sucumbir pero debo reconocerlo: a veces se descansa al sucumbir.  De tanto luchar me quedo quieto, casi inmóvil esperando a la muerte que se perfectamente no llegará en este momento. Veo mis manos con tristeza.

En ese estado de silencio donde llego a sentir la sangre correr por mis venas concibo una terrible idea y deseoso de tener paz, busco una voz que me acompañe.

Espero.

De pronto y a lo lejos escucho la  voz que me responde y está dispuesta a acompañarme. He soltado una sonrisa.

Esa voz que no puedo oír, pero que interpreto me entiende  y trata de ayudarme. 

Por unos minutos tengo paz. 

Me siento bien. 

Soy feliz.

De pronto, reacciono y en abrupto despertar dejo de escuchar la voz.

Regreso al primer instante y viendo el amanecer espero no ser lo que se supone no se debe ser. Me incorporo  poco a poco y con dificultad le planto cara a la mañana. Mi mente va teniendo la paz que buscaba. Sé que la pasaré bien, pero sé que tendré tormentos futuros. 

Y aunque sé que puedo acudir a esa voz, me vuelvo a convencer que no debo ser lo que se supone que no debo ser.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Perfecto es el momento en que uno se encuentra con lo anormal indicado.