Tenía un puesto de mando medio en un banco regular de su
comunidad. Con dificultad había logrado casarse con una de las pocas chicas que
se fijaron en él cuando joven. Ella, una obsesionada con los niños vio en él el
candidato perfecto para procrear y cuando así fue, se dedicó de lleno a ellos
dejándole en segundo plano. Él lo sabía perfectamente, pero se conformaba con
el hecho de llegar a una casa donde había otros seres humanos que rompieran con
sus peleas el tortuoso silencio.
Una noche mientras dormían, quiso acercarse a su compañera
pero ella, dándole la espalda realizó un quejido de cansancio para quedarse
profundamente dormida. Ese día entendió que ella jamás volvería
hacer el amor con él. Los días pasaron y su deseo se hizo cada vez más grande.
No soportaba llegar al trabajo y ver a las hermosas secretarias dejar ver sus
piernas cruzadas por debajo de los escritorios, o sus deseables escotes cuando
él de pie les solicitaba algún reporte. Llego al punto de quedarse tarde trabajando
solo para ver las siluetas de las señoras que realizaban la limpieza del
edificio o llegar a la cafetería de enfrente solo para ver cómo la camarera subía con dificultad la
estantería para alcanzar el café más alto que él pudiera pedir. Todo con tal de
ver sus regordetes tobillos.
Un día pensó que se estaba volviendo loco o en
un enfermo sexual, y la culpabilidad impuesta en la misa de las siete le
impedía rigurosamente terminar el mismo con su tormento. Una noche, debido a
las construcciones de la avenida principal, tuvo que tomar una ruta alterna y
pasó por ese callejón sucio del costado trasero de su ciudad. Vio a lo lejos lo
que parecía haber sido un local grande con un rótulo entre caído que anunciaba
un nombre sugerente para caballeros.
Entró.
Pidió un trago y mientras con desconfianza lo tomaba se
acercó a él Lucy; una hermosa chica joven que mientras jugaba con su cabello le
pidió que la invitara a una bebida. Él inmediatamente accedió y brindaron por
la soledad y la rutina. Al término de la negociación subieron a un mugroso
cuarto donde se encontraba una cama, una mesa de noche y cuadro viejo. Cuando
ella estaba a punto de iniciar su rito cotidiano él la interrumpió pidiéndole
que fingiera que lo amaba. Inclusive insistió en pagar una cuota extra por
ello.
La segunda vez que se encontraron fue en el apartamento de
Lucy con una cuota extra por ello y por fingir que lo amaba. Para la sexta
oportunidad él le llevó un presente y ella dejó de cobrarle la cuota extra por
ir a su casa. dos horas después le prepararía a Lucy un café y ella lloraría
mientras le contaba la mitad de su vida.
Cuando cumplieron un año de frecuentarse él llevó vino para
celebrar y ella dejó de cobrarle la cuota extra por fingir que lo amaba. Lucy
dejó claro que ahora eran amigos, pero que seguían teniendo una relación
comercial y el asintió con la cabeza sin decir ni una palabra. Ambos sonrieron
modestamente.
Él pensó que al fin había un balance: Su esposa, seguía
recibiendo el dinero que necesitaba para mantener a sus hijos. Él podía relacionarse de forma
normal con las mujeres que lo rodeaban en su trabajo y Lucy al fin tenía un
amigo con el que podía hablar.
4 comentarios:
Una historia con tintes de realidad, una realidad que se vive en muchos "hogares", no solo de América Latina, del mundo.
Cuando una relacion fuera de lo comun se hace rutina y el sentido de "fuera de lo comun" cambia para los involucrados.
Cuando una relacion fuera de lo comun se vuelve rutina y el sentido de "fuera de lo comun" cambia para los involucrados.
Cuando una relacion fuera de lo comun se vuelve rutina y el sentido de "fuera de lo comun" cambia para los involucrados.
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