Esteban regresó de la fábrica y
saludó cansado a su familia. Leonor le dijo que debía buscar su mejor ropa
porque Mr Lemmy Dickinson y su familia, los misioneros cristianos del barrio
los habían invitado a cenar. Esteban se arregló lo mejor que pudo y junto a su
familia llegaron a la casa del fondo donde vivían la familia Dickinson. Al
entrar su rostro no pudo ocultar el asombro al ver aquella casa de construcción
nacional pero con decoración del país de origen de sus anfitriones. Cortinas
hermosas adornaban las ventanas y un piso pulcro les invitaban a sentirse
minimizados.
Amablemente Mr. Lemmy les invitó
a pasar al comedor que para asombro de Esteban se encontraba en otro ambiente
distinto al de la recepción, y era lógico, la casa de Esteban no era más grande
que aquella hermosa sala que podía ver a su derecha.
En la lustrosa mesa le esperaba
un enorme pavo horneado al mejor estilo de las revistas que a Leonor alguna vez
le habían regalado. Todos se sentaron a la mesa y rápidamente Mr Lemmy pidió
que todos se tomaran de las manos y elevó una plegaria para dar gracias por la
comida y sus invitados. Mientras comían
la familia Dickinson contó a la familia de Esteban que esa era una tradición en
su país y que era para agradecer por las cosechas o por las bendiciones
obtenidas en ese año. Al día siguiente los Dickinson aprovecharían las ofertas
de las tiendas del centro comercial y esperarían una feliz navidad con
abundancia y alegría.
Al siguiente año Esteban salía de
la fábrica y vio un cartel publicitario que invitaba a hacer compras impulsivas
el viernes. Él recordó aquella hermosa cena del año pasado y decidió
distinguirse de sus vecinos haciendo él una cena similar. Pasó al centro comercial cercano y pidió un
crédito para comprar una mesa de mediana calidad, un sofá que estaba en
oferta y unas cortinas rojas con adornos
blancos para colocar en sus ventanas. Pasó al mercado y comprando una gallina
nacional, verduras y una botella de aguardiente para acompañar. Llegando a casa
pidió a Leonor que preparara la gallina e invitó a Julio y su familia para
agradecer por el buen año que habían tenido.
Llegada la noche se vistió con
sus mejores ropas y recibió a sus vecinos con orgullo y satisfacción. Les pidió
que se tomaran de las manos y dio gracias por el buen año que habían tenido.
Esteban le contó su historia a Julio y le invitó a hacer lo mismo el próximo
año con otra persona que tuviera necesidad.
Al año siguiente Julio salió de
la construcción y de regreso a casa pasó comprando paches en la tienda de la
esquina, compró café, pan y llegó a casa. Dio un beso a su esposa e hijos y
como solía hacerlo día a día, dieron gracias por la comida. Platicaron largo y
tendido y rieron mientras los niños contaban como habían volado ese barrilete
que el fin de semana construyeron.
Marina sugirió ideas para la
creación del nacimiento de este año y Julio recordó con nostalgia a la familia
de Esteban que hacía unos meses perdió su casa porque no pudo pagar un crédito
en el centro comercial.
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