Termina el año y entre recuerdos y cosas que se van, en esta oportunidad debo sacar ya de circulación a unas compañeras inseparables en mi vida. Y es que por más que traté de alargar su vida, su inevitable fin llegó.
Más que un simple calzado, mis botas me acompañaron desde ¿Cuándo? ya no lo recuerdo, pero a decir verdad no hubo un concierto de Metal a donde ellas no me hubieran acompañado; me ayudaron a escapar más de una vez de los vigilantes de oficio y pasé contemplándolas mientras el tiempo se iba en interminables charlas junto a los amigos y unas cervezas. En total recorrí miles de kilómetros divagando en mis idas y venidas de la nada y en los peores y mejores momentos me sostuvieron firme plantándole cara a lo que venía.
Cuando el destino dictaminó un cambio de planes estuvieron allí presentes ante las disertaciones magistrales que la vida me llevó a tomar. Silenciosas aceptaron el cambio de escenario y orgullosas me sostuvieron ante una sociedad que las juzgaba por su aspecto desgastado y pesado. Y, como era obvio, no se podían ir de la batalla sin este corto, pero justo homenaje a su fiel trayectoria y formidable compañía.
Ahora, solo pienso que al momento de dejar esta dimensión, sean ellas quien me acompañen al otro lado del silencio, porque pienso partir con ellas, pienso morir con las botas puestas.
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