lunes, 4 de diciembre de 2017

Fundidos

Poco a poco mis ojos se fueron abriendo hasta que todo quedó claro. Mi primera reacción fue moverme pero no pude, sólo sentía ese frío intenso que recorría todo mi cuerpo. Mi nariz se destapó y pude oler el mar mezclado con putrefacción y oxido. Traté de mover la cabeza pero tampoco era posible, sólo podía ver frente a mí un cementerio con lápidas deterioradas por el tiempo. Un cielo gris daba el toque fúnebre al lugar, y la brisa del mar humedecía el panorama.

Y en ese escenario, a lo lejos, pude verla. Su cuerpo de bronce yacía ahí cubierto por la suciedad, el tiempo y las algas que las olas le había colocado con los años. Y aunque era difícil ver su rostro porque ella veía hacia abajo, yo la veía hermosa. No podía recordar quién era, tampoco sabía quién era yo, pero por alguna razón sabía que frente a mí se encontraba mi amor. De a pocos se me vinieron imágenes de su sonrisa, de su mirada, de su voz. Nuevamente hice fuerzas pero no pude moverme hacia ella, por lo que deduje que yo también era una estatua de bronce, pero ¿Por qué, quiénes éramos, por qué alguien nos haría estatuas, por qué de pronto he vuelto a tener conciencia?

Cuando se liberaron mis oídos pude escuchar que alguien gritó el nombre de mi hija, no sé cómo, pero sabía que ese nombre al que se había llamado era el de mi hija. De pronto, a mis pies, vi que una tumba se abría lentamente, y de ahí, vi esa frágil silueta que arañando salía del sepulcro. Vi su cabeza a medio carcomer por el tiempo, y un cabello tan frágil, que el viento se lo llevaba a pedazos. Su espalda estaba gris y pálida, pero sin embargo, yo estaba estupefacto viendo a ese pequeño ser incorporarse frente a mí, quería llamarla, quería correr y abrazar a mi hija, pero no podía, sólo pude ver cómo lentamente y tambaleando caminaba hasta el centro de aquel cementerio.

Llegando al lugar más alto, vio hacia el mar, sonrió con inocencia y se petrificó convirtiéndose en una hermosa estatua de bronce pulido, la más hermosa estatua que podía haber en aquel lugar. Un sonido llamó mi atención y entonces vi cómo la estatua del fondo se empezaba a mover. Escuchaba el crujido de sus piernas moverse una a una, mientras se dirigía hacia mi hija.

Grité por dentro e hice todas las fuerzas que pude hasta que sentí que mi pierna derecha se empezó a mover. Hice un gran esfuerzo para poder caminar y llegar con ellas hasta el punto donde se encontraban. Sentí que nunca podría alcanzarlas, pero no me rendí. Lloraba desconsolado por dentro, aunque sé que en aquel lugar, sólo se escuchaba el sonido de hierros retorcerse.

Cuando me reuní con ellas, mi mano izquierda logró posarse sobre el hombro de mi hija y mi mano derecha tomó de la cintura a mi amor.

En ese momento, los tres quedamos fundidos.

Y así, aunque no pudimos vernos, aunque no pudimos hablarnos, aunque ahora mis pensamientos se vuelven a desvanecer y todo vuelve a quedar oscuro, con todo, sé que por fin, los tres podremos descansar en paz.

No hay comentarios: