Nací sin haberlo pedido, y en mi casa, desde ese momento,
sólo escuché gritos y reproches. Yo tenía la culpa de todo, y al no saber qué
hacer, me volví traviesa.
Ese fue mi error.
Mis padres, pronto perdieron la paciencia y me llevaron a
ese lugar de sonrisas falsas y promesas inalcanzables.
Desde mi llegada comenzó la lucha. Tratando de sobre vivir
en un lugar donde se burlaban de mí, donde los golpes, las humillaciones y
el acoso se convirtieron en mi diario vivir.
Aún recuerdo la primera vez que ese señor me tocó, no comprendía
por qué lo hacía, solo sabía que quien me había entregado a él, felizmente
contaba su dinero.
Ahora, tenía un nuevo pesar a mis espaldas.
Las continuas violaciones a mi mente, mi cuerpo, mi ser, se
sumaban a la terrible noticia que un día yo misma descubrí, cuando me percaté
que mi período se había interrumpido.
El día del incendio fue horrible, traté de huir pero
esas personas me lo impidieron. Vi caer a mis hermanas, intoxicadas por los
gases que las colchonetas emanaban. Mi horror se convirtió en terror cuando
sentí que las llamas me alcanzaron. Me sostuve el vientre y traté de escapar, pero
no fue posible.
A lo lejos escuché el sonido de las ambulancias y como un
ardor interno, sentí que el oxígeno de la mascaría me sostenía con vida.
Los lapsos de silencio y gritos en mi mente fueron intermitentes, hasta que poco a poco se apagaron. Sé que ya todo ha pasado, sé que ya nada puede empeorar, sé
que los que me hacían daño, ya jamás podrán volver a hacerlo.
Porque ahora, camino a la luz, encontraré la paz y el hogar
seguro, que tanto mi hija, como yo, un día anhelamos tener.
1 comentario:
Lo imaginé todo, y me llenó de nostalgia y condolencia. Guate está mal.
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