Regresé a la casa de mis padres y vi a mi papá sentado a la orilla de un
muro que estaba a medio construir.
El muro era como de tres metros de alto, y
por una zanja pude ver que tenía otros tres metros de cimientos. Quise ver la
longitud del muro, pero era extenso, muy extenso, de hecho, se perdía entre las
montañas y jamás pude ver donde había iniciado la obra.
Quedé absorto al ver tremenda construcción, y no podía creer
que mi padre lo hubiera construido sólo. Sin embargo, ahí estaba él, sentado, a la
orilla del muro, bajo el sol. Descansando.
Me apresuré a dejar mi equipaje y aunque
seguía impresionado le dije “deme tiempo a cambiarme de ropa y subiré a
ayudarlo” pero él, viendo al horizonte me dijo “tómese su tiempo, porque ahora
le toca seguir a usted sólo” Volví y ya nadie estaba sentado en el muro. Busqué
por todos lados, pero mi papá ya no estaba ahí.
Me subí al muro y me senté a la orilla para buscarle, pero, viendo al horizonte, entendí mi destino.
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