En una vieja oficina me encontraba revisando documentos.
Las personas pasaban una a una, y yo les revisaba su documentación; Uno, otro y otro.
De pronto, alguien se paró a mi costado pero no tenía documentos.
Lo volví a ver y era un hombre entrado en años, delgado, bajo de estatura, con una gorra vieja y una gabacha que cubría su atuendo. Sus antojos se quedaban a la mitad de su nariz, y él, me miraba por encima de ellos.
¿Tiene sus documentos? Pregunté.
Pero él, sonrió, tomó aire y me preguntó ¿Ya reparó su reloj?
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