La bestia se lanzó hacia mi intempestivamente.
Quise esquivarla pero no pude. En un segundo esta por encima de mí.
Traté de luchar, pero no pasó mucho tiempo para darme cuenta que estaba inmovilizado.
Y mientras sentía su aliento putrefacto y sus babas cayendo sobre mi rostro, sólo pude cerrar los ojos y crujir los dientes esperando que esa bestia de un mordisco arrancara parte de mi rostro.
Mi mente quedó en blanco y mi cuerpo inerte.
Solté la respiración y en indescriptible aflicción abrí los ojos al darme cuenta que seguía con vida.
Vi hacia todos lados y no había nadie en la habitación más que yo.
Me senté en la cama y traté de controlarme hasta que mi respiración quedó estable.
Me sequé el sudor de mi frente y me levanté para lavarme el rostro.
Me vi al espejo y agradecí estar vivo.
Me cambié y me fui a donde debía ir, sabiendo perfectamente que al llegar, volvería a sentir ese aliento putrefacto.
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