miércoles, 10 de enero de 2018

Legión

La lluvia caía en tediosa armonía cuando un relámpago irrumpió con fuerza. Las campanas sonaron y fue cuando de la penumbra aparecieron mis cuatro padres que aterrorizaron al mundo. 

Se creyó que eran los jinetes del Apocalipsis, pero no era posible, tanta maldad jamás se había visto en el mundo.
Y fue ahí, justo en ese momento, cuando nací bañado en sangre escurriéndose por mi rostro. La profecía se había cumplido.
Me volví fuerte y levantando mi espada mostré la verdad, pero los hijos del poder enfurecieron y me condenaron a muerte.

Grité y luché con mis fuertes palabras, les señalé con el dedo y me burlé de ellos. Hice que se defecaran encima, y que temieran con solo escucharme.
Un brujo y su mujer, vestidos de blanco, trataron de condenarme, y luego crearon a una copia barata de mí. Trataron de engañar a los que me seguían, pero no pudieron, porque estaban conmigo, eran míos.
Me oculté por un tiempo sólo para jugar con ellos, y me burlé en secreto cuando escuché sus alabanzas pensando que me habían vencido. Pero con fuerza y brutalidad regresé destapando sus mentiras. Con golpes y truenos, estallidos y descargas destrocé sus credos.

Les escupí el rostro y me senté en mi trono. Les mostré la brujería y al asesino, los masacré con violencia y quemé sus iglesias. Crují los dientes mientras las llamas del infierno llegaron a lo más alto y luego les vomité. 

Lancé a mis huestes y a mis hijos; Uno naciente del anterior. Ni mis mercenarios pudieron contar cuántos éramos, porque nos volvimos muchos, nos volvimos una legión, saluden a la legión.

Los hice pedazos y refugiados en sus mentiras claman a la nada esperando vencerme, pero nunca han podido, llevo cuarenta y siete años de lucha, y me quedan seiscientos diez y nueve.

Porque soy el trueno, soy la campana, soy el infierno. Soy de fuego, soy de metal, soy el que vino para destruir y matarlos a todos.

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