Me enamoré e inmediatamente te soñé.
Te visualicé en mi mente y te deseé con todas mis fuerzas,
hice lo imposible por verte correr y reír, pero el destino no quiso traerte a
mí.
Te busqué en otros ojos, te busqué en otras sonrisas, te
busqué en otras ilusiones, pero nunca te encontré.
Ahora, resignada a tu ausencia, con las lágrimas en lo más
profundo de mi ser volví a hablar de ti, en otras historias, en otros momentos,
en otras vidas, pero te volví a recordar.
Y es que una madre es madre, en todo momento, aunque nunca
te tuve en mi vientre, aunque nunca te conocí, aunque nunca quisiste nacer.
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