Al centro del lugar, como queriendo llamar la atención, un grupo de jóvenes estrenando libertad, elevaban la voz, y recitando todas aquellas palabras que un día les prohibieron en casa, se preocupaban por saber cómo transportarse el fin de semana al bar de moda para emborracharse.
A un lado, se encontraban unos ejecutivos que apurados, literalmente tragaban su comida. Hacían llamadas telefónicas y anotaban números en sus computadoras. Uno de ellos interrumpió su almuerzo por atender un negocio.
Del otro lado, unos oficinistas aceleraban los mordiscos para terminar su faena justo antes que el reloj marcara su hora de retorno al edificio contiguo.
Y al fondo, estaba aquel hombre solitario. Se le notaba calmo y apacible; Inclinado hacia la ventana, comiendo despacio y sin apuros. Parecía que su mirada se perdía en el bosque, posiblemente, añorando estar inmerso en él, saboreando un café y respirando el aroma de su amada.
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