Muriendo el séptimo, a punto de perecer, los demonios me arrastraban hacia el abismo.
Pero de pronto, esa mano femenina me arrancó de las huestes y de pronto me vi en el centro de aquella caverna, rodeado de más de cien almas que al unísono, me trasmitieron su poder.
Sentí el metal correr por mis venas y su poder pronto se convirtió en el mío. Entendí que los días seguirían siendo duros, pero también sabia que la calle era la verdad, iba a vencer por su poder.
Y aquí voy, con poder, tengo las fuerzas para soportar aquel conjuro.
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