Pensé ¿Se burlarán de mí si les digo que mis papás se pelean? Entonces, como no supe qué hacer, me di a la tarea de fastidiar a todos, Pero mi maestra… Haaa mi maestra, me dio una pastillita mágica para que me portara bien ¡Y funcionó!
Pero, al regresar a casa los escuché peleando otra vez, me tapé los oídos, pero los gritos eran muy fuertes.
Nuevamente se golpearon. Me asusté al ver su sangre, así que corrí a detenerlos.
No podía hacer mucho, ellos eran muy grandes y yo muy chico. Aun así, me metí entre ellos y les supliqué que no siguieran.
Pero mi papá me vio con una mirada que jamás la había visto y de un golpe me lanzó a un costado. Es que él era un hombre muy, pero muy fuerte.
Mi mamá me vio con odio y me dijo que si yo no hubiera nacido, ellos no se llevarían tan mal.
Entendí que ellos discutían y se golpeaban por mi culpa, así que decidí solucionarlo. No sabía dónde estaba mi maestra, tampoco sabía dónde estaban las pastillas mágicas para que yo me portara bien.
Busqué en el baño y encontré muchas pastillas, no sabía cuál de ellas era la que serviría para que mis papás ya no pelearan, así que me las comí todas.
Poco a poco todo se fue quedando muy calmo y ese punto blanco de pronto lo cubrió todo. No sé qué es lo que pasa, pero sé que los gritos se escuchan cada vez más lejos, creo que lo solucioné, creo que ya no se pelearan más por mí.
Sólo lamento ya no poder ver a mi maestra, y contarle que encontré una pastilla para que mis padres ya no peleen más.
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