Quise volar sólo bajo la mirada profunda del sol y el cobijo
del viento.
A lo lejos, él podía verme zigzaguear por las montañas
mientras me adentraba en el seno de mi hogar natal.
Suspiré profundamente y me uní con mi destino. Era sólo lo
gris, el azul, el viento y yo.
Recorrí uno, dos, tres, veinte, cincuenta, cien y cuatrocientos
kilómetros de profunda meditación.
Metido en mí mismo, involucrado íntimamente con mis
pensamientos.
Sólo sé que respiro, sólo sé que vivo, sólo sé que pienso.
Sólo sé que respiro, sólo sé que vivo, sólo sé que pienso.
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