A Francis le gustó cocinar: cocinaba y cocinaba y a todos les gustaban sus guisos. Pronto se le ocurrió colocar las recetas en la plaza del pueblo, para que todos cocinaran como ella. Y como era de esperarse, a todos los que les gustaba su sazón, gustosos le escribían comentarios y daban muestras aprobatorias a sus recetas de cocina.
Francis estaba entusiasmada.
Un día, mientras publicaba una receta de sus suculentos guisos, se dio cuenta que alguien había puesto una receta de un platillo de verduras. La persona que había colocado la receta, afirmaba que era bueno para la salud comer poco y saludable.
Francis enfureció, e incitó a que todos en el pueblo, rechazaran la propuesta de la persona que había puesto una receta distinta a la suya. Pronto fueron muchos, los que señalaban con el dedo a aquella muchacha que publicaba recetas de comidas que hacían bien a la salud.
Cuando la chica argumentó que tenía derecho, al igual que Francis, de publicar recetas de sus comidas, la multitud la acusó de intolerante, y no tardó mucho, para que fuera expulsada del pueblo.
Francis moriría unos años después a causa de un ataque al corazón, al igual que muchos de sus seguidores.
De la otra chica ya no se supo nada en aquel pueblo, pero algunos, aseguran que en el pueblo vecino, hay una mujer que cocina platillos saludables, para los pocos amigos que tiene.
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