Su corazón latía a toda velocidad, y su entusiasmo sobre
pasaba su raciocinio. Se sintió emocionada. Le veía y le escuchaba con
atención, y para ella, no había otra persona más que él.
Para su décimo mes, ella decidió visitarle de sorpresa en la
clase de las seis, pero la sorprendida fue ella, ya que él, se entretenía en
los labios de una estudiante.
Han pasado tres veranos y ella ha madurado, ya no se
entusiasma y da prioridad a la razón. Ahora, guarda su emoción. Sin embargo, no
ha podido controlar su corazón, que todavía late a toda velocidad, cuando de lejos le
ve.
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