Entendía
perfectamente que le estaban llorando. Pero por alguna razón, sabía que así
debía de ser.
Las voces
se fueron apagando lentamente, al igual que el resto de su cuerpo. Y es que con
cada órgano que dejaba de sentir, su flotabilidad aumentaba.
Todo se
fue oscureciendo, y sus latidos fueron parando. Su semblante se relajó y su
pecho dejó de moverse, pero su alma, recién se había liberado.
No
importa si fue blanco o negro, porque ahora, era luz.
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