Se vieron a los ojos sin hablar, solo tomaban café, nerviosos, con el mundo a las espaldas. Eso sí, completamente decididos.
Porque no entendían por qué el amor trabajaba así...
Hace más de veinte años que José conoció a Katherine y se enamoraron. Lucharon con uñas y dientes por su amor y contra todo y todos, empezaron el camino de la vida.
José tuvo que trabajar largas jornadas para luego, estudiar por las noches. Katherine tomó la decisión de cuidar a sus hijas. Y entonces, con el mundo a las espaldas, forjaron un patrimonio económico para que en ese hogar reinara la felicidad.
Pero no tomaron en cuenta que el amor no trabaja así.
Llegó el momento que todos los días, al atardecer, mientras tomaban café, recordaban el sacrificio que los había llevado a donde estaban. Su presente era bueno, su futuro debía ser mejor.
Un lluvioso día de septiembre Katherine le confesó a José que una de sus hijas se había enamorado de una persona que no encajaba en sus planes de felicidad.
Porque no entendieron que el amor no trabajaba así.
Recriminaron y protestaron; pelearon y maldijeron, lloraron y se lamentaron, pero Sofía estaba enamorada.
En su desesperación, Khaterine y José prohibieron a Sofía que se siguiera enamorando, que terminara con el amor.
Pero como era de esperarse, el amor no trabajó así.
Entonces, Sofía citó a Esteban al café de siempre, se vieron a los ojos sin hablar, solo tomaban café, nerviosos, con el mundo a las espaldas. Eso sí, completamente decididos.
Y entonces, se escaparon.
Hoy Sofía y Esteban viven juntos. Ambos trabajan largas jornadas para luego estudiar por las noches. Khaterine y José toman café en su casa y no entienden qué pudo haber pasado, dónde estuvo su fallo.
Y es que ninguno de los cuatro tomaron en cuenta que el amor no trabaja así.
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